3.23.2010

Cuando me volví loca por "amor"

Oyendo en este invento moderno que es el Spotify, Don’t you love Me de Eternal he recordado, más bien he revivido cuando me volví loca por amor.

Al que nunca le haya pasado, el que nunca haya sentido que se moría por dentro si no estaba con esa persona amada, al que no se le haya desbocado el pulso al mirar a los ojos de ese ser al que adoraba, el que no ha reído y llorado por amor, ese, puede ir dejando de leer porque esta es una historia empalagosa, de amor y dolor.

Él era mi casero, era mayor que yo, estaba casado, dueño de una empresa, conducía un bmw y tenía unos preciosos ojos verdes y yo, yo acababa de terminar la carrera y trataba de abrirme camino en la capital trabajando en lo que salía a la espera de meter la cabeza en un gran bufet de abogados.

Su santa y Él tenían un edificio de tres plantas, en una población cercana a Madrid, en el que vivían en las dos primeras y alquilaban las buhardillas, a las que les habían hecho una entrada independiente.

El día que firmé el contrato de alquiler solo había visto a la señora, una cuarentona, rubia de bote, simpática y un poco maruja que se empeñó en enseñarme su casa aunque yo solo iba a pisar la buhardilla. En el dormitorio de matrimonio tenían un vestidor, el sueño de mi vida, que ella me enseñó sin pudor alguno. Yo no sabía cómo era su marido, pero me enamoré al instante de aquella colección de corbatas perfectamente colocadas por gamas de color, esas camisas para gemelos y esos trajes tan elegantes, es una debilidad, nada me gusta más que un hombre bien trajeado y oliendo a colonia buena.

Llevaba varias semanas instalada cuando sonó el timbre de mi puerta, lo que era una novedad porque por mi buhardilla no pasaba ni el viento entonces. Al abrir me encontré con un señor, ataviado con un traje azul marino, una camisa blanca con una ligera raya azul, una corbata de seda azul fuerte, gemelos a juego y unos ojos verdes en los que me hundí.

Debí de poner cara de susto porque Él se disculpó por presentarse sin avisar y me comentó que era mi casero, el marido de la rubia de bote y que tenía que darme la copia sellada por el Ayuntamiento de mi contrato de alquiler, como debía seguir con cara de mema me repitió la información más despacio por si tenía algún problema de madurez cerebral y se ofreció a ayudarme en cualquier gestión burocrática que tuviera que hacer en el pueblo porque Él era amigo del Alcalde.

La verdad es que me aproveché de aquella amistad con las autoridades locales para darle unos currículos por si necesitaban una abogada absolutamente inexperta por allí y él cumplió su palabra porque a los pocos días tenía una oferta de trabajo en Servicios Sociales que, por supuesto no rechacé.

Durante los días que siguieron a nuestro primer encuentro fui capaz de inventar un sin número de buenas excusas para hacer que Él subiera a la buhardilla desde no funciona el calentador, me ayudarías a colgar una estantería, tenéis una escalera para pintar la parte alta de las paredes… Yo tenía el convencimiento de que Él se daba cuenta de que no eran más que excusas de mal pagador para verle, pero si lo hacía disimulaba muy bien, porque en alguna ocasión era Él quien se presentaba en mi puerta con el fin de ver si todo estaba correcto, si había vuelto a pararse el calentador… hasta que un día coincidimos en el portal y se ofreció a acercarme al Ayuntamiento.

No se si fueron mis 25 años o que siempre he sido de natural insensata, pero al bajarme del coche me despedí con un fugaz beso en los labios en el que me lo jugué todo a ganador. El resto del día fue un infierno, no sabía si me encontraría desahuciada al volver a casa, si la rubia de bote estaría con el rodillo de cocina cual Concha de Borges o si a Él le habría gustado y querría más, aunque no tuve que esperar mucho para saberlo, cuando salí de trabajar, en la puerta del Ayuntamiento estaba aparcado su flamante Bmw verde azulado con Él, más guapo que nunca, apoyado en el capó.

Abrió la puerta del copiloto, muy galantemente, invitándome a entrar como si eso fuera lo más natural del mundo, arrancó en silencio y condujo en dirección contraria a casa, lejos, fuera de ese pueblo en el que su coche era un reclamo. Me llevó a un restaurante en mitad del monte, con estanque, cisnes y una terraza donde tomar algo mientras se ponía el sol en el horizonte de Madrid.

Mientras tomábamos una cerveza me explicó que Él no hacía esas cosas, que no tenía por costumbre engañar a su mujer y que raramente sentía algo por ninguna chica con las que se cruzaba en la vida pero que yo era diferente, que le estaba volviendo loco, que no podía dejar de pensar en mí y que esa mañana, con solo rozar sus labios le había provocado una erección.

Comprenderéis que sus palabras eran música para mis oídos, que en pocos minutos estábamos besándonos como si el fin del mundo estuviera cerca y que la tarde terminó en una lujosa habitación de hotel donde nos amamos hasta reventar y digo nos amamos porque para ambos era más que sexo, fue una locura de amor que duró lo que duran estas cosas, poco, pero que marca como si hubieran sido varias vidas.

Durante varios meses, todas las horas del día eran para Él, nos encontrábamos con cualquier excusa, aunque solo fueran unos minutos para bebernos nuestros labios, para comernos la piel porque ese era el único alimento que necesitábamos, el resto del tiempo yo no estaba viva, sólo dejaba pasar las horas hasta volver a refugiarme en sus brazos. Me hice amiga de su mujer para poder salir con ellos a tomar algo, para ser invitada un domingo a comer con ellos, para respirar el mismo aire que Él respirara aunque sintiera que un hierro ardiente me cruzaba las tripas cuando ella lo tocaba.

Mi dependencia era absoluta, si Él me llamaba dejaba absolutamente todo lo que estuviera haciendo para acudir a su lado, lo primero, lo único en mi vida era Él, dejé de salir con los amigos, dejé de comer cuando no estaba con Él, mi mundo quedo suspendido en un sinfín de horas de ausencia de Él, horas de angustia y soledad que se veían compensadas con un solo beso de sus labios, con una sola caricia de sus manos, con sentirle dentro de mí.

Pero eso no podía durar, yo cada vez quería más y la rubia de bote no era tonta del todo, no se pueden vivir dos vidas en el tiempo de una, las horas del día no son más que 24 y yo las necesitaba todas y Él solo tenía unas pocas que ofrecerme, menos de las que Él quería, completamente insuficientes para mí y empezaron los reproches, las exigencias, las lágrimas y la rabia… hasta que una tarde recibí un SMS donde la rubia de bote me informaba de que su marido era suyo y que lo que tenía conmigo era un desliz que ella le iba a perdonar porque a quien quería de verdad era a ella y yo solo era un capricho.

Y fue así como a través de un SMS me quedé sin amante, sin casa y sin trabajo, porque perderle a Él, tener que dejar la buhardilla y ser despedida del Ayuntamiento fue todo uno.

Lo que pasó en realidad me lo imagino, ella le pillaría y Él me vendió, supongo que se excusó diciendo que yo era una chica joven que le había provocado, que Él había caído en la tentación pero que estaba muy arrepentido, que solo la quería a ella y demás lugares comunes y la rubia de bote que no tenía intención ninguna de perder a un marido que le proporcionaba un estupendo estatus social puso como condición para perdonarle una ruptura radical y cruel conmigo, digo que lo supongo porque jamás volvimos a cruzar palabra.

Los meses que siguieron solo los recuerdo a través de la ausencia de Él, ni siquiera su traición mató mi amor, lloré lágrimas de sangre y creí morir cada noche, me levanté cada mañana porque era lo único que podía hacer hasta que un día dejó de doler, un día al abrir los ojos lo primero que pensé no fue Él sino otra cosa y ese fue solo el primer día de una nueva vida.

5 comentarios:

  1. Yo me imagino siendo tú... y ya me hubiera cortado las venas, nena. Esto de sufrir y gozar de manera extrema... no puedo!
    Yo, tan feliz siendo lineal y controlada, sufriendo un poco, a veces un mucho... disfrutando un mucho, a veces un más... pero de manera taaaaan intensa como te pasa a ti no. Ya te digo, creo que no lo soportaría.
    Pero como las dos sabemos, de todo se sale. Y ahí estás, con tu marío, tus niños (tan bien criados), tus bichos, tus plantitas... amos! mejor que quieres!
    Y que te dure!!!!

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  2. Vaya! qué historia más bonita, así contada. Amores así sólo se dan una vez, o dos, o...
    Duelen, pero es bonito amar así.

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  3. Uf me tiemblas las piernas (y las nalgas) al leer esta historia tan desgarradora pero sobre todo al imaginarme los ojos verdes del maromo de turno. La verdad que sólo el que ha amado intensamente puede entenderte sin pensar que estás loca de la perola. Y yo te entiendo.

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  4. Pues yo también te en tiendo perfectamente.
    No digo más.
    Ni menos...

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  5. Guau!
    He aterrizado a través de Arbonaida por aquí y la verdad, con esta historia se me han puesto los pelos de punta.
    En un momento todo y en un momento nada...

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